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the potand The Potter

El Dios que insiste cuando nadie quiere escuchar

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Leía Amós 4 y no pude contener las lágrimas. No lloraba pensando en mi propia historia, sino porque podía ver en esas palabras el corazón de un Padre intentando por todos los medios llamar la atención de sus hijos… y aun así, siendo ignorado.

Dios enumera en ese capítulo todo lo que permitió: hambre, sequías, plagas, derrotas. Pero al final de cada advertencia repite lo mismo, como un lamento cargado de dolor: “Mas no os volvisteis a Mí” (Amós 4:6, 8, 9, 10, 11).
Cuando lo leía, era como si viera una y otra vez a un Padre desesperado, extendiendo la mano, esperando la mirada de sus hijos… y estos simplemente se dan la vuelta.

¿No es esa la imagen de nuestra generación?
Estamos distraídos, corriendo tras metas personales, entretenidos con lo que brilla por un momento, mientras el Creador del cielo y la tierra sigue repitiendo: “vuélvete a Mí”.

Yo sentí ese peso en el pecho, como si pudiera escuchar el suspiro de Dios diciendo: “Les hablé de mil maneras… y aún así no me escucharon”. Y me estremecí, porque entendí que este mensaje no era para cualquier pueblo, era para Israel, para su iglesia, para los que ya habían sido escogidos.

Efesios 1:4 nos recuerda que fuimos elegidos “antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de Él”. ¿Cómo respondemos a una elección tan eterna con una vida tan tibia y tan pasajera?

Pregúntate con honestidad:

¿Qué más tiene que hacer Dios para llamar tu atención?

¿Necesitas perderlo todo para finalmente doblar rodillas?

¿Seguirás jugando a “vivir con un pie en la iglesia y otro en el mundo”?

¿Cuántas veces has sentido su voz llamándote, y aun así elegiste ignorarla?

Cuando lo pensaba, me di cuenta de que muchas veces yo también soy Israel. Me aferré a mis planes, me distraje con mis propios afanes, y aun así Dios insistió. Me habló en canciones, en susurros en medio de la noche, en páginas de la Escritura que se abrían como fuego frente a mis ojos. Y ahí me di cuenta: si Él insiste tanto, es porque no se ha cansado de mí.

El Dios que confronta en Amós 4 no es un tirano con sed de castigo. Es un Padre con un corazón desgarrado, que hace lo que sea necesario para que sus hijos no se pierdan. Y aunque la frase suene dura, “prepárate para venir al encuentro de tu Dios” (Amós 4:12), en realidad es un clamor de amor: “quiero verte cara a cara, pero no quiero que llegues a Mí vacío, tibio, con manos llenas de ídolos”.

La tibieza no es algo inocente. Jesús mismo dijo en Apocalipsis 3:16: “Por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”. Palabras fuertes, sí, pero que revelan lo que Dios siente: no soporta un amor a medias, porque Él nos entregó todo.

Entonces, déjame hacerte las preguntas que no me dejan tranquila:
¿Hasta cuándo vas a seguir resistiéndolo?
¿Qué excusas vas a poner mañana para no volver hoy?
¿De qué tiene que despojarte Dios para que finalmente lo reconozcas como tu Señor?

Él sigue siendo el mismo que eligió a Israel, el mismo que nos eligió a ti y a mí. Y su llamado es el mismo: “vuélvete a Mí”.


El problema no es si Él está hablando. El problema es si estamos escuchando.


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